¿PRINCIPIO Y FIN INFINITOS?



Cuando ayer comenzaba a escribir en este Blog, revisé varias imágenes y frases sobre la idea de “principio y fin”, y hubo una que me llamo especialmente la atención, por sentirla muy semejante a los pensamientos y sentimientos que he tenido a lo largo de los pasados meses y que me han llevado al origen de este Blog. Esta frase era
“SIEMPRE  QUE  HAY  UN  FÍN  HA  HABIDO  UN  PRINCIPIO”
No voy a hacer insoportable este artículo tratando de expresar aquí el volcán de ideas y pensamientos que me produjo esta frase durante varias horas; me limitaré a tres o cuatro ideas que en estos momentos me parecen más interesantes al comienzo de este Blog
La primera de todas fue una tradicional y positiva, y hace relación a esa satisfacción que encontramos cuando llegamos a la meta deseada tras luchas y desasosiegos, o el consuelo que debemos encontrar a mitad del camino cuando nos aterra lo que tenemos aún por delante pero recobramos las fuerzas y la ilusión cuando miramos atrás y vemos el camino ya recorrido.
La segunda se refiere al hecho de la responsabilidad; al hecho que debemos asumir de que los fines o metas a los que llegamos no son sino la consecuencia del camino que emprendimos y los pasos que seguimos dando.
Algunas veces, he escuchado  --al expresar esta idea--  que no siempre la vida nos da lo que hemos deseado, o merecido; que no siempre la vida “es justa” con nosotros, y que muchas veces, muchas personas, sufren las consecuencias de las guerras, desastres naturales, daños causados por terceros, o simplemente mala suerte que les impide lograr el digno fruto de sus esfuerzos. Es cierto, no niego eso, pero creo que sigue siendo válido que si siembras trigo no te sale cebada.
Y creo que esto es muy importante porque pienso que en la sociedad actual es muy común que echemos la culpa a las actitudes de los demás, o a la mala suerte, y no nos responsabilicemos en la justa medida de nuestros propios actos.

La tercera vertiente de mis pensamientos fue la de considerar el origen, el principio, la causa no en la concepción temporal del término sino en la de “principio ético, moral, filosófico”; es decir: ¿cuáles son los principios o razones éticas y morales que nos llevan a determinadas obras o finalidades? Cuándo se aplica una determinada medida política, o económica, o técnica, ¿qué se está buscando realmente?, ¿el bien común, o el bien propio?, ¿un objetivo a corto, crematístico y pasajero, o una solución a largo duradera?
Y, finalmente, la cuarta idea que quiero comentar es la de la continuidad infinita, que significa que todo fin no es más que el comienzo de un nuevo periodo, que a su vez tendrá su fin dando paso a un nuevo diferente, y así sucesivamente.
Es posible que la mayoría de vosotros no vea nada de interés en esta cuarta idea. Probablemente a muchos os parezca una evidencia, como la ley de la gravedad o la sucesión del día y la noche, a la que no creéis que haya que darle más vueltas. Pero yo os pido un voto de confianza; os pido que me atendáis unos minutos con el pensamiento y el corazón abierto.
Partamos de admitir esa “evidencia”: todo empieza, todo acaba y así sucesivamente. Pues bien, desde ese planteamiento inicial yo me hago la siguiente pregunta: ¿vivimos realmente asumiendo que todo es un cambio continuo y  --en lógica consecuencia--  preparándonos para ello,  o, por el contrario, vivimos más bien buscando siempre la estabilidad de nuestra situación actual y nuestro acomodo en la misma? ¿Sabéis que en el plano científico de la psicología el mayor (por amplitud y generalidad) de los miedos de la persona es el miedo al cambio? ¿De dónde proceden si no dichos tan populares como  “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, o “Virgencita que me quede como estoy”?
Y de estos miedos al cambio, personalmente tengo la opinión de que son dos los factores determinantes principales: 
       *.- El primero, el miedo a la responsabilidad; el miedo a tener que comportarnos de forma diferente a como nos hemos estado comportando hasta ahora 
       *.- Y el segundo (factor muy conocido en los tratamientos terapéuticos) es el miedo a perder nuestro yo, nuestra “vieja” personalidad


¿Cuándo, por qué y para qué nos permitimos un cambio en nuestra vida (….y lo permitimos en los demás) o –por el contrario- por qué no nos lo permitimos? ¿Qué principios guían nuestra actuación de acción o reacción?, ¿qué buscamos con ello?, ¿qué no nos permitimos?
Muchas preguntas que en capítulos sucesivos espero ir desgranando aplicadas a situaciones normales del día a día de cualquiera de nosotros.
Hasta el próximo, pues

Podréis complementar estas ideas con los capítulos  4001  a  4104 del Curso “Cómo Ser y Vivir Feliz”





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