¿En
los libros, o en las personas?. ¿Se puede ser sabio sin haber leído jamás un
libro? ¿En todos los libros que leemos encontramos la verdad y la sabiduría?
¿Podemos aprender algo de cualquier libro?
Estas
preguntas me las he hecho continuamente durante toda mi vida; y me las he hecho
porque he convivido con personas que leían mucho y con personas que leían poco,
y hasta algunas que jamás leían algo. Y yo, personalmente, he aprendido mucho
de los libros, he aprendido de personas que no eran muy leídas, y he dejado
libros a medio leer porque sentía que no me aportaban nada. Por tanto, creo
que --como casi todo en la vida-- nada es absoluto, no todo es blanco o negro,
y las preguntas del comienzo del artículo creo que sería correcto responderlas
desde una posición de relativismo tal como que todo lo que se pregunta es
igualmente posible.
Pero
¿por qué escribo este artículo con esas preguntas de planteamiento inicial y la
respuesta que doy a las mismas en el segundo párrafo?. Pues porque la razón
última en el tiempo para que escriba este artículo es una anécdota “médica” que
he vivido por partida doble en mi propia persona, y que ha consistido en que
dos médicos me han prescrito “lectura de unos libros” como remedio a las
situaciones de salud que les planteaba.
La
primera fue hace ya unos cuantos años, cuando estaba en plena efervescencia de
un trabajo profesional tan estresante como queráis imaginar. Me encontraba en
una situación en que me era imposible conciliar el sueño y mi médico de
cabecera me mandó a un neurólogo. Éste me escuchó atentamente y me dijo: dentro
de un mes nos vamos a volver a ver, pero de momento lo que vas a hacer es
comprarte --y leer-- “El libro del buen dormir”, del Dr. Eduard
Estivil. Y así fue, con su lectura, sin más, como me desaparecieron los
problemas que tenía.
Pero
es importante, fundamental, una aclaración: lo que resolvió mis males no fue la
lectura del libro, ….sino aplicar a la realidad de mi vida los conceptos,
consejos, y pautas que aprendí del libro.
El
Dr. Estivil, el más prestigioso experto en alteraciones del sueño, tiene unos
conocimientos, una sabiduría sobre estos temas que ha sabido plasmar en muy
diferentes libros al respecto. Yo leí uno de ellos por consejo (sabiduría) del
neurólogo que me trataba. Y de lo que yo aprehendí
de ese libro y apliqué en mi vida real, obtuve el beneficio que necesitaba.
No
estaría mal volver a leer ahora las preguntas del comienzo del artículo.
Decía
Einstein que “la sabiduría consiste en hacer productivo lo que hemos
aprendido”. En otros términos, hay quien define la sabiduría como “El grado de
desarrollo personal que se logra por la aplicación de los conocimientos a la
experiencia propia”
Recordemos
la anécdota referida
Y la
segunda, similar, sucedió hace apenas unas semanas. Esta vez fue mi cardiólogo
quien me recomendó una visita a un psiquiatra “para que me recetase un chute
puntual que según él necesitaba en ese momento”. Pues bien, tras charlar con el psiquiatra
lo que consideró oportuno, su “receta”, fue que leyera el libro “Una sola
cosa”, del Dr. Rick Hanson, autor del célebre libro “El Cerebro de Buda”.
Cuando
el “médico” me recetaba este “chute” tan especial, me hizo un comentario
adicional ya que acompañó su prescripción con las siguientes palabras “…. ya que
veo que a Vd. le gustan los libros de autoayuda” …en base al que yo tenía en
las manos cuando acudí a su consulta.
He
oído muchas veces, principalmente en el entorno del mundillo de los psicólogos
clínicos, hablar mal de los libros de autoayuda (aunque el sueño oculto de
muchos de ellos es escribir su propio bestseller) tachándolos de “poco
profesionales, poco rigurosos, poco científicos”. No voy a negar que pueda
haber algo de morralla o basurilla en ese tipo de libros; pero como
“auto-ayuda” que son, toda su bondad, utilidad, o vaciedad, dependerá en gran
medida de la aplicabilidad que hagamos cada uno de nosotros, y --por supuesto-- de lo acertados, o no, que
estemos en aceptar o desterrar las indicaciones del mismo.
Cualquier
libro nos puede ayudar, y en cualquier libro puede haber algo pernicioso para
nosotros; de cualquier libro podemos sacar conocimientos positivos, como de
cualquier opinión que oigamos de las personas de nuestro entorno, o de los
medios de comunicación; e igualmente, lo escrito, lo oído, lo comentado por
unos u otros, también puede estar cargado de errores y cosas inapropiadas para
nosotros; pues, como dice otra dimensión de la sabiduría “El gran reto del
hombre es elegir entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo incorrecto, entre
la verdad y la falsedad. El hombre sabio es aquél que ha logrado sacar provecho
hasta de sus errores y equivocaciones; el hombre mezquino es el que no ha
sabido aprender nada ni siquiera de sus éxitos y aciertos”
Cualquiera
de nosotros que en estos momentos estemos leyendo estas frases,... lo que sabemos
¿nació con nosotros?, no, lo hemos ido aprendiendo poco a poco; y ¿de quién?, de los libros, de las personas,
de las circunstancias. Y todos y cada uno de nosotros es un potencial
transmisor de conocimientos y de sabiduría hacia los demás, es decir: de la aplicación y
experiencia de esos conocimientos, que –por dicha experimentación- se transforman en nuevas dimensiones del
saber. Tenemos la facultad, el reto, la responsabilidad, la gran oportunidad de
transmitir conocimientos de otros enriquecidos por nuestras propias
experiencias. Yo lo estoy haciendo al escribir este artículo, y cada uno de
vosotros lo está haciendo al leerlo y asimilar de él lo que consideréis
provechoso para cada uno de vosotros. Somos una cadena sin fin del
conocimiento.
Quizás
en algún otro escrito me hayáis leído ya aquella idea de que “un libro no se
escribe una única vez, por quien figura como su autor, sino que se re-escribe
de nuevo por cada persona que lo lee”. Un libro escrito y no publicado no es
nada. Un libro publicado y no leído, no es nada. La verdadera naturaleza, vida
de un libro es la propia lectura del mismo y los pensamientos y sentimientos
que genera en nosotros; los conocimientos que nos aporta, y las decisiones que
nos hace tomar.
Así
que si un libro de recetas o de bricolaje lo valoro porque me da “recetas” y
planos de cómo prepararme una comida o montarme un armario, ¿cómo voy a
despreciar o minusvalorar las aportaciones que me pueda hacer cualquier libro
que me hable de cómo sentirme mejor y lograr ser más feliz?.
Pues
si estáis de acuerdo con lo aquí expuesto, no abandonéis este Blog, porque iré
publicando en el mismo trozos de libros que comentaré cómo pueden llevarnos por
ese camino.
Feliz
jornada.
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