MATAR MI IMAGEN



Hoy me gustaría plantearos un tema, imaginario, del mundo de las ideas o elucubraciones, sobre el que me encantaría recibir vuestros comentarios y opiniones.
Evidentemente el tema está basado en algunas experiencias conocidas, en algunos hechos reales, que han hecho brotar en mí estas dudas o cuestionamientos.

El caso es el siguiente: Una persona (que llamaremos A) se enamora de otra (que llamaremos B)  a simple vista; no le conoce de nada, pero Cupido ha lanzado sus flechas con éxito y sin retorno. Ese flechazo se consuma en un matrimonio al poco tiempo, con todo a favor, y respondiendo a todas las expectativas. Al cabo de seis años, esa situación ha cambiado radicalmente y el matrimonio se rompe. Pero (A) sigue absolutamente enamorada de la pareja “que oficialmente le dejó”, aunque si oyésemos a la otra parte (B) este extremo no estaría tan claro. Pasan más de 15 años, con la pareja separada y escasos contactos breves entre ambos, pero (A) sigue manifestando su amor eterno e incondicional, y aparentemente lleva una vida sin ningún otro tipo de relación, aunque la verdad es que si hubo alguna en estos años.

Por fin un día, aconsejada por un buen amigo, (A) se decide a poner punto final a esta situación de “deseo insatisfecho” y concierta una cita, con viaje incluido, con (B). La respuesta de (B) es mucho más satisfactoria de lo que creía imaginar, y renacen las esperanzas y las ilusiones de que todo pudiera volver al origen.

Se producen hasta cuatro citas-viajes más y paulatinamente se va manifestando que los sueños de futuro formados no parecen tener clara realización de presente, y las ilusiones y efervescencias amorosas parecen que van perdiendo su fuerza y su fundamento, hasta el punto de que hay un conato de ruptura total, que la otra parte considera reconducir. Se suceden los días y meses sin contacto directo y la situación de “enamoramiento incondicional” va mostrándose cada vez más resquebrajada,  hasta que llega el día de una nueva “cita a ciegas” de la persona “enamorada” (A) con una nueva persona …. “con la que encuentra muchos puntos en común y se siente muy a gusto”.

Se lo comunica a  (B) como una mera anécdota, pero asegurándole que esta nueva persona solo quiere amistad y nada más. (B) detecta una sensación de felicidad y bienestar en (A) que hacía tiempo no notaba y le escribe una carta llena de cariño en que le expresa los pros y contras de su situación actual, y le anima a que no deje de vivir la experiencia de esta nueva amistad porque lo más importante en la vida es sentirse feliz en todo momento y no atada por sueños y promesas eternas a uno mismo.

La reacción de (A) es drástica, y hasta dura, cortando de raíz, y para siempre la relación con “su ser amado”, porque “no sabe AMAR”, y todo lo reduce a palabras y palabras

Hasta aquí los hechos, resumidos y novelados. Por supuesto cada una de las partes afectadas añadiría muchos matices a esta historia. Pero creo que es suficiente para comprender la cuestión que os quiero plantear.

En Psicología, la expresión, o concepto, de “matar al padre” está contemplada desde hace muchos años, y generalmente admitida como equivalente a la necesidad de “romper con los principios y creencias, el orden, y las normas, impuestas por nuestros padres, o mayores, y adquirir así la libertad y madurez de una persona responsable e individualizada”

Pues bien, yo creo que además de esas <<normas y creencias “padre”>> existe otra “atadura” aún mayor en nuestro diario caminar por la vida, cual es “nuestra imagen”. Esa imagen que un día, por a) o por b) nos creamos y de la que ya no nos podemos separar tan fácilmente.

Y aplicando esta idea al caso expuesto anteriormente, yo me pregunto, yo os pregunto, ¿no es posible que la persona “enamorada”, después de tantos años de no tener satisfacción de sus relaciones, o no relaciones, necesitase urgentemente una razón, un pretexto, para poder romper esa imagen de “enamorada incondicional” y así poder iniciar una nueva relación?

Ya sé que esto no es lo normal; no es una conducta sana; pero esto es lo que precisamente estoy planteando. Una persona que estando sin pareja de ningún tipo quiere emprender una nueva vida, la emprende y punto pelota. Pero si una persona se ha creado la imagen, repetida día tras día, a todo el que le rodea, de que no tiene ojos ni oídos para nadie más que su ser amado, del que sigue absolutamente prendada, ¿cómo va a iniciar, sin más ni más una nueva relación de un día para otro?, ¿cómo “justificar” ante los demás su cambio?, “Necesita” una acción de la otra parte para poder justificar su cambio.

Vuelvo a repetir lo que vengo diciendo desde el principio: no estoy seguro de que esto sea tal y como yo lo he planteado. Ni tampoco tengo absoluta seguridad sobre lo acertado de tratar esta actitud psicológica con el caso concreto que comento. Pero sí creo que puede ser real. Sí creo que hay mucha gente que es esclava de su imagen, de sus palabras, de sus posturas sociales, y que les es sumamente difícil salir de ellas por sí mismas, por su propia decisión; y que, por ello, pueden llegar a “montar” cualquier tipo de situación que las justifique “condenando al otro”

A los 18 años tuve la gran suerte de oír a una persona decirme: “Carlos, para que entre una nueva idea en tu cerebro tienes que hacerle sitio sacando de él alguna vieja idea”. “Matar al padre” para poder ser uno mismo. “Matar nuestra propia imagen para poder construirnos otra nueva”; …. y si hay que “echar la culpa al otro, pues se le echa y punto final”

¿Qué opináis?


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