Hace
unos meses intercambiaba opiniones con mi amigo Fidelio sobre si ciertas pausas,
o retiradas temporales de la actividad productiva de los escritores, se debía
más a la necesidad de parar para obtener la paz interior necesaria, o si los
escritores debían encontrarse en un entorno de mínima tranquilidad, no solo
interior sino también exterior, para realmente escribir. En aquellos momentos,
y por referencias muy personales, el tema quedó más o menos en esos términos de
puro intercambio de pensamientos, aunque ya trasladé a mis escritos algo sobre
el tema.
Hoy
traigo de nuevo este asunto, provocado por una conversación, ayer, con esa
amiga única que es V.; y cuando digo amiga única es porque -aunque todas las relaciones
entre dos personas son, por definición, únicas e incopiables con las demás- en
concreto esta persona es la que con más habitualidad me plantea
cuestionamientos y compromisos reflexivos sobre mi comportamiento real en el día
a día, lejos de meras teorías y filosofías puramente mentales.
Y
es en esta línea donde ayer me planteó el tema de la siguiente forma: ¿Pero
realmente crees que un escritor lo que necesita es un entorno de paz y
tranquilidad?, ¿para qué?, ¿para escribir novelitas rosas o de ficción?, o
¿para sesudos estudios científicos?. Sí, quizás para eso necesiten paz y
tranquilidad; pero para llegarnos a nuestros corazones, a nuestros espíritus,
de la gente, del pueblo, lo que necesita el escritor es todo lo contrario, es
estar preocupado, enfadado, indignado, apasionado. Sin pasión no habla nuestro
interior; sin pasión ni siquiera nuestra mente da lo mejor de sí misma. Puedes
entretenerte leyendo una crónica deportiva o cuál es el guión de una película o
de una obra de teatro; pero si alguien quiere decir algo a los corazones de los
demás, si alguien quiere que sus escritos puedan tener una mínima influencia en
hacer que este mundo sea un poco mejor, un poco más humano, tiene que estar en
continuo estado de rebeldía, de inconformismo, de cuestionamiento del establishment
general y del confort particular.
Hasta
aquí la traslación de las ideas de V. tal y como yo las interpreto en estos
momentos. Ellas, como todas las ideas de cada persona, pueden ser consideradas
por los demás como acertadas, o no; comedidas, o exageradas; adecuadas, o fuera
de lógica; etc.; pero, como siempre digo, lo importante para cada uno no es lo
que le afecta del exterior, sino la reacción interior que esas palabras, hechos
o situaciones generan en su interior, en su mente, en su espíritu….¡¡en su
comportamiento!!
Y
la conversación ayer con V., sus ideas, su pasión, me hicieron sentir mi
interior vivo, y mi mente fue capaz de darse cuenta de las diferencias de
bienestar, o malestar, que siento cuando escribo determinadas cosas y de
determinada forma, o cuando “tengo que” dedicarme -o simplemente me dedico- a otras actividades
más materiales o superficiales. Muchas de las cosas que hacemos cada día, por
muy “materiales o superficiales” que queramos calificarlas, seguro que son
necesario hacerlas, no lo critico, lo único que digo es que en mi interior he
sentido, he vivido clarísimamente la diferencia entre escribir apasionado y la
realización de todas esas cosas.
Así
que mi querida V., mi querido amigo Fidelio, cabreadme, pinchadme, exigidme
cuestionarme continuamente ese reclamo de paz y tranquilidad que de vez en
cuando proclamo necesitar. Quizás un psicólogo diga que sí lo necesito; pero yo
-hoy- prefiero hablar de lo que puede provocar ver a una persona normal, y
vestida de calle normal, tirarse al suelo y revolotear con un perro por encima
de ella, lamiéndola entera, besándose, rascándose el uno y la otra, gritando,
ladrando, ….en un juego lleno de vida apasionada. Porque para mí, esto, no fue lo
que mucha gente dice “Vivir la vida”; lo que significó esa realidad de juego y
sus palabras sobre la no-paz de los escritores, es que “VIVIR la Vida”
significa, por encima de todo -y tan simple como eso- ¡¡“romper todos los
encorsetamientos culturales y sociales que nos están impidiendo ser nosotros
mismos en cada momento!!!.
Me
encantaría que cada uno de nosotros nos transformásemos no ya en escritores “inconformistas”
…sino, básicamente, en ¡¡¡ personas “inCONFORTmistas” !!!
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