ADAPTACIÓN - RESIGNACIÓN - ACOMODACIÓN



Mis amigos me han oído más de una vez citar una frase del Profesor Aranguren, en una conferencia en la Complutense de Madrid, en la que dijo que “los españoles discutimos mucho más por el diferente significado que damos a una palabra, que por diferencias de ideas o principios”, y lo suelo citar con frecuencia porque este pensamiento me ha permitido muchas veces comprender, tolerar, o aceptar las posturas discutidoras de las personas en muy variadas situaciones. 

 Al mismo tiempo, recuerdo una de las vivencias en las que más profundamente experimenté esta realidad, fue en un foro hablando del significado del perdón y del olvido; y si es posible, o no, perdonar sin olvidar. 

Pues bien, ahora he vuelto a tener una extensa (varios meses) y profunda experiencia sobre la significación que cada persona, en cada situación y momento, da a la realidad, o a la forma de expresar, valorar, o definir esa realidad. Dicha experiencia es el cambio de residencia (de ciudad) que he efectuado, con una diametral diferencia en mi entorno físico, amistades, relaciones familiares, económicas, medioambientales, etc…

Y lo que quiero tratar en este artículo es cómo se suceden los acontecimientos, las emociones personales, los estados anímicos, y las acciones y reacciones, y su valoración y denominación por las otras personas externas a mí. Y, en concreto, voy a referirme a los términos adaptación, aceptación, acomodación, resignación, y resiliencia.

Lo primero que quiero poner en consideración es ese efecto “valoración” de los demás hacia la actitud o estado de uno mismo. Es absolutamente comprensible, normal, y hasta maravilloso que las personas que te rodean, las personas que te conocen, las personas que te quieren, te manifiesten su opinión de como “te encuentran”, de cómo “te ven”. Pero estos juicios, estas valoraciones deben hacerse con sumo cuidado, pues su influencia puede ser grande en quien las recibe, como, por ejemplo, la utilización de términos del campo de la tristeza, la ansiedad o la depresión.

Con dos importantes derivaciones en la medida en que esos terceros te digan “lo que tienes que hacer”, o “lo malo” que es tal o cual postura propia.
Insisto en la importancia de estas ideas porque son fundamentales para comprender el camino que quiero mostrar desde la “in-adaptación” hasta la  “acomodación”

Partiremos de que ese cambio de residencia-vida es una situación, más o menos traumática según los casos, pero sin duda originadora de una necesidad de “adaptación”. ¿Y qué debemos entender por adaptación en este contexto? Consistiría en “la aceptación” de una realidad diferente a la que nos encontrábamos; diferente en cuanto al entorno y demás circunstancias físicas, y -sobretodo- diferente en cuanto a las relaciones personales, principalmente con las personas que convives a diario.

Pero esta “aceptación” es  exclusivamente dos cosas: toma de consciencia de los cambios reales, y respeto por/hacia el nuevo entorno circunstancial y personal

Antes de seguir voy a comentar un poco qué se entiende por adaptación “física”, por ejemplo de una pieza de una maquinaria, de un mueble a un nuevo espacio, etc… Estamos hablando de que nosotros decidimos y modificamos la estructura de esa pieza para que encaje en el entorno, status, o finalidad que queremos. A esa pieza, mueble, o lo que sea, no le preguntamos si quiere adaptarse; la adaptamos sin más a lo que pretendemos y san se acabó.

Quiero poner con esto de manifiesto, que a las personas no “las podemos adaptar”, tienen que adaptarse ellas mismas, ….en la medida que lo crean oportuno: Eso es “aceptación”
Por ejemplo, en el entorno donde vivía antes, y con los amigos que tenía, (maravillosos y con los que me llevaba de maravilla), existía una situación de inadaptación clarísima: mis gustos y deseos de horarios y alimentación no me permitían adaptarme a los suyos en ciertos momentos de juergas y fiestas. Y ahí debían de imponerse la aceptación y el respeto.

En el proceso de adaptación hay un principio básico: “el yo” de la persona que ha de adaptarse al nuevo entorno debe de seguir íntegro.

La no adaptación se produce por una de estas tres causas:
1ª.- Por no aceptar la realidad del cambio. In-adaptación absoluta. Esto llevará a un proceso de malestar, ansiedad, depresión, etc….
2ª.- Por ser consciente de los cambios, pero no poder  “acomodar” nuestro yo a la nueva situación. Las personas con una gran resiliencia encontrarán el camino para logara un nuevo entorno
3ª.- Por “obstinarse” en cambiar la realidad del nuevo entorno (y personas) hacia sus propios deseos. Esto llevará a procesos de rabia, odio, frustración, etc….

Esas tres “no adaptaciones” nos han permitido ver un nuevo término: “acomodación”. Es un término positivo o negativo? Pues ambas cosas. Acomodar es poner cada cosa, o cada persona, en su sitio adecuado y de la forma adecuada. Luego terminaré este artículo centrándome en el significado más positivo de la “acomodación”. Ahora, de momento, me voy a quedar con los aspectos más comunes de este término:

  •  En sentido “positivo”  se entiende como capacidad de aceptación y adaptación a la realidad =  flexibilidad; comprensión
  •  Pero en sentido negativo sería lo anterior… “pero falsamente”. Se entiende por “acomodaticio”, en este sentido negativo, irse por el lado cómodo para evitar confrontación, roce o esfuerzo. Supone una renuncia a lo propio, pudiendo llegar al extremo del servilismo.

Como digo, luego volveré al término “Acomodarse”.

Ahora vamos a precisar otro falso concepto de la “adaptación”: la “resignación

La Real Academia Española incluye estos dos conceptos de “Resignación”:
      1.      Conformidad, tolerancia y paciencia en las adversidades
      2.      Entrega voluntaria que alguien hace de sí poniéndose en las manos y voluntad de otra persona

Para mí, las claves para entender las diferencias básicas, fundamentales entre adaptación, resignación y acomodación, son las siguientes:
a.       Hacer, o no, una correcta interpretación y valoración de la realidad
b.      Significación que demos al “grado de tolerancia” de la situación
c.       Capacidad de acción/reacción que adoptemos

Desde la primera perspectiva, la “resignación” nos indicaría que no aceptamos la realidad de la situación y seguimos esperando que las cosas cambien (por sí mismas); queremos cambiar la situación real (que no podemos) y sufrimos por ello. Mientras que la aceptación significaría asumir que la realidad es la que es, que no podemos cambiarla y que debemos buscar otros caminos de realización o bienestar (Viktor Frankl: “El hombre en busca de sentido”)

El grado de tolerancia puede ser físico, mental o psicológico. No voy a profundizar ni extenderme en sus distinciones, pues es el conjunto de todos ellos el que determinará si nos mantenemos en una actitud de  “aceptación rebelde” (“acepto la realidad pero lucho y me posiciono para cambiarla”), o de vencimiento, abandono o sumisión definitiva

Y finalmente, el tercer aspecto, es lo que constituye nuestro nivel de resiliencia, o capacidad de afrontar las situaciones de dificultad, o dolor, con actitudes (acciones)  positivas

Ojo, hay muchas situaciones y personas para las cuales una “aceptación / resignación” puede ser menos penosa que un intento (demasiado difícil o inconveniente) de cambiar o salirse de esa situación “no aceptada”; y es muy peligroso sentirnos jueces de todo y de todos para forzar a los demás a que hagan lo que a nosotros nos parece conveniente.

La resiliencia es el estado anímico que nos permite actuar, movernos, en la dirección adecuada. La actitud pasiva de una “adaptación no aceptada”  (o “resignación”) nos mantiene atrapados en la situación no deseada y, a menudo, fortaleciendo esa situación con lamentaciones continuas, compadeciéndonos de nosotros mismos y sintiéndonos víctimas de la mala suerte, de la desgracia “de lo acontecido” y finalmente, muchas veces, acabando por sentir culpables de ello a quienes nos rodean.

La adaptación y la resignación tienen un punto de partida común: la toma de consciencia de la realidad, la aceptación de la realidad. Pero tienen una gran diferenciación: la adaptación permite a la persona poder volver a reencontrar su identidad, mientras que en la resignación se niega uno a sí mismo la posibilidad de buscar una alternativa.

No voy a entrar en la gran influencia de la religión, en crear personas resignadas… a la voluntad de Dios; pero es evidente que no es ese el camino psicológicamente adecuado para procurar ser felices. La negación, o no aceptación de la realidad es un problema; pero la resignación es la forma cierta de no intentar buscar alternativas.

Y ya, para no alargar en exceso este artículo, voy a volver al concepto de “Acomodación”

En términos generales “acomodar” es poner las cosas en su sitio. En el contexto de este artículo acomodar significaría hacer, o tomar las medidas adecuadas para que una persona se encuentre cómodo, adaptado a la nueva situación. Esta es una terminología común y normal en muchas de las situaciones que casi todas las personas hemos pasado en algún momento, como unas visitas inesperadas en casa, unas reuniones familiares en Navidad, o unas vacaciones en grupos de amigos. Todos -o algunos-  tratan de poner de su parte todo lo posible para que los demás se encuentren cómodos.

Pero desde la perspectiva psicológica, la “acomodación” es un proceso mental; es un proceso de crecimiento personal; es un proceso de autoprotección mediante modificaciones de nuestras estructuras de conocimiento. Jean Piaget, psicólogo suizo, es el gran desarrollador de esta teoría en sus amplios estudios sobre el aprendizaje infantil. Basándonos en dichos planteamientos, y junto a otros autores, sabemos que el crecimiento personal podría medirse por el nivel de “conocimiento” que vamos teniendo. Pero el “aprendizaje” se identifica con el proceso de “aprehender” + “asimilar” + “experimentar”; es decir, una persona sabe más, es más sabio, en la medida en que conoce, entiende y acepta nuevos conceptos y situaciones, los analiza o cuestiona, los interioriza o hace suyos, y vive experiencias relativas a los mismos.
Por eso, el advenimiento de situaciones conflictivas como la que enmarca este artículo no puede generar una “adaptación” inmediata, e incluso pudiera no producirse nunca la adaptación a dicha situación. Pero lo que sí debemos lograr es nuestra “acomodación”; debemos lograr seguir siendo nosotros mismos, pero más crecidos, más fuertes, por aceptación de la realidad y adopción de nuevas alternativas.

El ser humano ha llegado a ser lo que hoy somos por su innato inconformismo, por una genética respuesta adaptativa a situaciones problemáticas. Las soluciones no nos las han ido regalando nuestros dioses, sino el aprendizaje que hemos ido adquiriendo. La gente que ha leído el libro de Viktor Frankl ha podido comprender por qué él y otras personas pudieron sobrevivir en los campos de exterminio nazis, y el mundo de la psicología desde entonces cambió muchos de sus paradigmas de comportamientos “sanos”.

No despreciemos nuestra mente, nuestras fuerzas. No echemos la culpa de lo que nos pasa a los demás o al destino; ni busquemos solo en los demás la solución a las situaciones de malestar que vivamos. En nosotros mismos está el 99% de las posibilidades de cambio de nuestros sentimientos, de nuestros estados de ánimo y, por ende, de nuestras capacidades de actuar.

Mi situación vital ha dado un cambio de 180º. He pasado por momentos de duda, de dificultad cierta, de angustia incluso. Pero vuelvo a ser yo mismo; un yo mismo distinto; un yo mismo crecido. ¿Por qué?, porque he conocido a fondo los factores intervinientes y he experimentado la vivencia en ese cambio, en esa re-adaptación. No tengamos miedo a los cambios; conozcámoslos; aprendamos de ellos.

Hoy, en mi nueva vida, me siento sereno; en paz conmigo mismo; en estado de bienestar; en un momento feliz.

Ah, y con una evidencia: no pensando en lo que no tengo, sino en lo que tengo; o más exactamente: en lo que soy.






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