QUIEN BIEN TE QUIERE …..



“Quien bien te quiere te hará llorar”  dice un refrán español que, junto a la expresión “las verdades duelen”, vienen a significar que quien realmente te quiere, quien realmente se preocupa por ti y por tu bien, no te engaña, no te cuenta películas, no te adula para que estés contento, alegre, sonriente y le correspondas con una sonrisa… y con cuanto esa persona desee de ti, sino que te dice la verdad, lo que realmente piensa y siente, aunque te produzca disgusto, dolor, o un enfado con quien te trata con tanto cariño y lealtad.
De ahí, a asaetear continuamente a quien decimos tanto querer hay un paso muy delgado que muchas personas lo cruzan continuamente, y, en mor de ese cariño, sinceridad y lealtad mal entendidas llegan a convertir al ser querido en una diana de críticas continuas ….dichas “para su bien”.
Nunca estaré a favor de la mentira, del engaño, de la adulación, y muchísimo menos puedo defender el engaño interesado, la compra de favores a base de alabanzas falsas, pero sí creo que hay un par de actitudes alternativas a los dos extremos expuestos.
Dos alternativas que requieren, eso sí, un cambio mental importante, un convencimiento, y una decisión de cambiar nuestra forma habitual de actuar.

La primera consiste en eliminar de nuestra cabeza “la bondad” de decir siempre la verdad. Lo que está mal es mentir, decir lo contrario de lo que pensamos y sentimos, pero eso no quiere decir que tengamos que convertir en estandarte de nuestra actuación el andar soltando “verdades” a diestro y  siniestro  “sin que sean necesarias”. Decir lo que realmente pensamos y sentimos es necesario -¡¡solo!!- cuando alguien a quien debemos lealtad nos pregunta algo concreto; en otros casos, no. Y amplío este concepto

Lo primero de todo es “limitarnos” a lo que se nos pregunta. Por ejemplo: si me preguntan si me gusta su peinado, yo puedo contestar sí, mucho, o no; pero lo que resulta una mala contestación podría ser, por ejemplo, “sí, pero no te pega nada con este vestido”, o muchísimo menos “no, ya sabes que a mí nunca me gusta cómo vas peinada”

Una segunda cuestión es que esa “verdad” que soltamos bajo los principios de sinceridad, no deja de ser más que “nuestra verdad”; así, en el ejemplo de respuesta anterior, ese añadido posterior al “sí” “ ….pero no te pega nada con ese vestido” no es más que una opinión nuestra, no una verdad absoluta. Si nos hubieran preguntado “¿crees que voy bien con este peinado y este vestido?” sí podríamos contestar “no, creo que no te pega mucho”….aunque bien podríamos endulzar nuestra respuesta con algo como esto “…aunque tú siempre estás guapa” , o  “…pero lo importante es que tú te sientas bien porque –según dicen los expertos- la primera norma de la belleza y la elegancia es sentirse a gusto con nuestra elección”

Y con estos comentarios de posibles respuestas estoy expresando las líneas de la segunda alternativa: añadir siempre un comentario positivo a nuestra posible respuesta negativa. Y os pongo otro ejemplo. Supongamos que no aguantamos ir a comer a casa de nuestros suegros y pasarnos allí toda la tarde respondiendo a sus inacabables preguntas sobre cómo nos van las cosas en nuestros trabajos y en nuestra familia. Nuestra pareja ha recibido la llamada de su madre invitándonos y nos pregunta si queremos ir. Es una pregunta concreta y debemos responderla con sinceridad. Pero al mismo tiempo no tenemos que hacer daño con nuestra verdad. Así que podríamos responder: “No, preferiría no ir. Te sugiero otra posibilidad: ¿por qué no vamos a tomar el aperitivo con ellos y luego nos vamos al cine a ver …. (una película que sepamos desea ver nuestra pareja)”. 
Fijarse en los elementos de esta respuesta:
            1º)    Se contesta con la verdad:  “No”
            2º)   Se sugiere nuestra “preferencia”, lo que supone "abrir un diálogo”
            3º)   No se critica ningún aspecto de los padres de tu pareja
            4º)  No se rompe totalmente la posibilidad de estar más tiempo con los suegros…
            5º)   ….pero en “terreno neutral” y público …
            6º)  … o en el silencio del cine ….sin posibilidad de preguntas no deseadas….


Finalmente, quiero acabar este artículo con una situación que he visto repetida en más de una ocasión: Una pareja está en el periodo de irse conociendo. Indudablemente ambos tienen cosas que gustan al otro, y otras que no les gustan, y sin duda aún muchas cosas que conocer del otro, principalmente la valoración de “bueno”  o “malo” de tal o cual hábito, actitud, o forma de pensar o ver las cosas. Así que no es raro que en un momento determinado uno le plantee al otro esta pregunta: “¿Qué es lo que te gusta de mí?”. 
Vamos a suponer que el otro responde con sinceridad y hasta con pasión con las cosas que le chiflan de “su amada” (o amado). 
Es “normal” que luego se pregunte de nuevo “¿y qué es lo que no te gusta?”. Sí, es normal que se haga también esta pregunta. ¡¡¡Pero si no se hace no hay que adelantarse con la respuesta!!, y esto es muy frecuente hacerlo, porque así creemos que no somos aduladores, que somos más sinceros, y hasta pensamos que “estamos haciendo un bien a la otra persona”; y no, puede que no le estemos haciendo ningún bien; puede que lo único que desee, que necesite es fortalecer su autoestima con valores que vean en ella los demás.


Quien bien te quiere te hará sonreír. Quien te haga estar triste, cuestionada/o, o en lucha constante contigo misma/o, puede que te quiera mucho y sinceramente; pero no sabe quererte.














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